Las vias, esas interminables paralelas frías y solitarias que parecen cortarse en el horizonte, pero que alguna vez transitadas nos da esa sensación de placer acompasado por los extremos remachados, rechinando sobre los maderos de quebracho hacia el infinito y mas allá.
Gratos momentos compartidos en familia a bordo del tren, días enteros cruzando la estepa patagónica para llegar a ese increíble cordón industrial de la provincia y del gran buenos aires.
No había mejor aventura que esa, desde el traqueteo centenario de La Trochita partiendo de madrugada desde mi querido Esquel para hacer el tan esperado trasbordo al Roca, en Ing.Jacobacci casi a la media noche.
Una vez instalados en los camarotes, la cosa era muy distinta y el placer del viaje se hacia interminable, media tarde y llegada a Constitución, ahora el Mitre nos llevaría hasta Entre Rios previo embarque en el ferri remontando el Paraná.
Otra noche y otro dia para arribar a destino, Rosario del Tala nos abrazaba con el sol del verano y la familia paterna feliz porque los sureños llegaban a verlos una vez mas.
Grandes aventuras debimos correr en nuestra infancia porque nunca dejamos de pensar en los encuentros, en los ojos celestes de una abuela milenaria y aquella figura bonachona, apoltronado en su sillón de mimbre, Don Restituto Gonzalez.