Como tantas veces, un paseo por las bardas roquences siempre es un placer, domingo por la tarde, casi en el ocaso, momento ideal para plasmar algunas imágenes con mi cámara.
Viajecito corto, mate y torta para compartir con mi esposa, charlar un poco de las cosas que nos pasan, la familia, los hijos, los nietos, la vida misma transcurre bajo nuestra mirada y pese a la atención que le ponemos, nos sorprende a cada instante por lo efímero del paso del tiempo y sus circunstancias.
No habrá solución a nuestro alcance, vivamos este día como el mejor de todos y tal vez los que vengan serán aun mas felices, observando el rojizo atardecer de pronto me parece estar viajando al sol, se pierde de vista la llanura y aparece allá al fondo una silueta, dibujada claramente hacia el oeste, justo en el horizonte.
El zoom al mango y el pulso firme para plasmar la maravilla, Alta Barda del Neuquén es esa imagen, cincuenta kilómetros nos separan, sinembargo está aquí nomás, al alcance de mi mano y de mis ojos que no pueden creer lo que están viendo.