Primer día de agosto, avanzada la noche, en el cielo y hacia el este se levanta desde el horizonte una bola de luz brillante, mas notable hoy dicen los científicos porque es el momento de mayor acercamiento del satélite a la tierra.
Yo prefiero admirarla simplemente y recordar que no hace muchos años, un ser humano caminó sobre su superficie y muchos como yo pudieron vivir esa experiencia fantástica, escuchando por radio el relato de la Voz de las Américas cuando esto acontecía un 20 de julio de 1969.
Ese acontecimiento que para nosotros parece un cuento, signó nuestro planeta de tal modo que podemos dejar volar nuestra imaginación ya sin límites a través del universo para sentir la inmensidad en la que nos encontramos sumergidos y la certeza casi definitiva de que no estamos solos, ni lo estuvimos nunca, ni lo estaremos jamás.
Seguramente podremos convenir en una idea mas poética sobre la inexplicable revelación que este astro luminoso ha provocado desde tiempos inmemoriales, pero la prueba mas eficaz y consiente de su existencia cercana y tangible solo fue posible gracias a esta increíble epopeya humana universal.
