Domingo, cielo limpio hacia el oeste, atardecer soleado de invierno, larga fila de vehículos regresando a casa, fieles consumidores del aire libre y la paz de las bardas roquences, sufridos motoqueros también de cara al viento y hasta algunos ciclistas de raza que se animan a los casi treinta kilómetros, ida y vuelta hasta las tres cruces.
El sol lo tiñe todo, de rojizo paisaje marciano y las siluetas de los personajes de este cuadro le dan vida a este espacio de libre convivencia, casi una paradoja del desorden y la contaminación cotidiana del mundo moderno.
Volvamos a las fuentes, solo hace falta convencerse de hacer lo que mejor sabemos hacer y que nos hemos olvidado de ponerlo en la práctica, solidaridad, respeto, confianza, esperanza y sobre todo paciencia.