Mama

Mama

Mi mama me ama, yo amo a mi mama, creo que fueron las primeras frases que logre leer de aquel libro de primero inferior, como se denominaba el primer grado escolar por aquellos años.

La educación priorizaba el reconocimiento de la madre como el sustento fundamental para la educación en esos primeros años de escuela y la mía no escatimó esfuerzos en inculcarme junto a mis hermanos, la indispensable oportunidad que se nos ofrecía desde sus claustros.

Ella hizo lo que no pudo lograr para ella misma, apenas con un sexto grado terminado, decidió prepararse para la vida a muy temprana edad y pese a tener que cumplir con la pesada carga de la crianza de los hijos y las tareas inherentes al hogar y a su marido, se capacitó por correspondencia en la compleja tarea de ser modista para colaborar económicamente con el sustento.

No recuerdo haberle escuchado una queja, un reproche a la vida por aquellos sacrificios, nos dedicó todo el tiempo que fuera necesario, sin claudicar ni dudar porque sabía que debíamos esforzarnos y comprometernos con nuestro futuro.

Tal vez no haya podido aun, darle las merecidas gracias por tanto amor y dedicación porque si algo mas tengo que reconocerle es la fuerza y la constancia que se han mantenido indubitables a través de tantos años, otorgándole la sabiduría reconocible solamente en los genios.

Puedo ver aun su mirada, aquella chispa indispensable del que se sabe pleno de satisfacción por lo hecho y no me cabe duda que seguirá pensando y proyectando incansablemente su vida, dedicando las horas que sean necesarias para lograr que sigamos estando fuertes y sanos.

No importan los años solo es cuestión de proponerse vivir disfrutando las horas del día cuál si fuera una nueva aventura, sin prejuicios y sin dudas, con el mate entre sus manos y una enorme sonrisa en los labios, observando el paisaje con la misma mirada de los ojos de un niño.

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