Cuantas historias se habrán desarrollado entre estos gruesos y arquitectónicos muros setentistas, cuanta imaginación adolescente impregnaron sus paredes, cuanta hormona urgente salpicaba los sillones reservados al descanso de la danza frenética de sus noches.
Todo comenzaba en el mismo momento en que se «lanzaba» la música estridente, llena de matices graves y agudos y ensordecedores tonos de audio, acompañada por la iluminación infernal en un estallido de colores y movimientos de sus brazos robóticos que llenaban el espacio de rayos y secuencias cegadoras.
Que delicia haber estado alli entonces, agradecido por haber sido parte de esa historia y de tantas otras parecidas a la mia que nunca se olvidarán porque fue entre sus pistas de cristal y al amparo de su ambiente en penumbras que pudimos avanzar enamorados y temblorosos en la búsqueda implacable de un romance juvenil.