Son esos desconocidos que alguna vez se cruzan en nuestro camino y vaya a saber porque designio misterioso, se amalgaman a nuestros propósitos humanos, haciendo de ese modo, que nada sea igual desde entonces.
Algunos desde antes de comenzar a dar nuestros primeros pasos, otros paulatinamente se van incorporando a nuestras vivencias cotidianas, llenando con su presencia, inolvidables experiencias de la vida.
Como suele suceder, muchos otros van quedando por ahi, transformados por su propia evolución y por el tiempo que nada nos perdona, otorgando a los recuerdos la certeza que sus pasos, cerca nuestro siempre están.
Pero estoy seguro y lo digo por mi propia experiencia que solo algunos son eternos, que parecen una parte indisoluble del espíritu, que los sientes incondicionales, que a menudo, logran sintonizarse en nuestra misma frecuencia, que tantas veces coincidimos sin siquiera hablar, que a veces saben mas de nosotros que de ellos mismos.
Son ellos, los amigos, los compañeros del camino, los que nunca se olvidan, los que esperan el momento del abrazo compartido, los que gozan y también sufren con nosotros, los del asado de los viernes, los que se animan a la aventura, al sendero escabroso, a las alturas de las águilas, al blanco manto de la nieve y también a la tormenta.
Todos están por ahí siempre, para recordarnos lo que somos y que seremos pese a los años transitados, agradecidos profundamente por esa mano que aferramos sin vergüenza, para cruzar erguidos el abismo que separa este tiempo entre amigos.
