9 de julio

9 de julio

Un otoño del setenta, en plena adolescencia y acompañando a mi familia que decidió emigrar al valle, nos instalamos en esta casa, que aun, pese a los años conserva casi hasta la misma pintura de entonces, la que aplicamos con nuestras propias manos, costumbre de familia, cuidadosa de sus gastos.

Aqui transcurrió la mayor parte de mi vida de soltero, disfrutando de un espacio propio donde desarrollar mis inquietudes musicales y gustos por la decoración de sus paredes. El enorme patio trasero permitía disponer de un gallinero, una conejera, una quinta, un jardín y también algunos manzanos y una enorme higuera de donde recogimos aquellas brevas maduras que se transformaron luego en el manjar de los dioses.

El espacio reservado para el automóvil de mi padre, se convirtió pronto en el taller mecánico, necesario para reparar lo propio y también las necesidades de los amigos. Un citroen modelo 64, pronto se agregó a la familia, mi primer auto necesitaba mucha atención y mas de una vez estuvo despanzurrado sobre el patio.

Entre estas paredes se hizo la fiesta y también la huida de los novios para la luna de miel, los primeros niños disfrutaron también de sus espacios y de aquellos sillones centenarios que vinieron desde el sur.

Ahora se ve muy desvencijada, es cierto pero seguro aun conserva por ahi en tanto muro y tanta historia, las risas y los aromas de aquellos encuentros en la mesa familiar de los domingos.

 

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